La Guerra No Convencional, definida por el Departamento
del Ejército de Estados Unidos en sus directivas 18 01 de noviembre de
2010, y otras derivadas, como la ATP 3-05 de septiembre de 2013,
describen en detalle las formas de sabotaje, operaciones psicológicas, y
fases en que se produce la intervención norteamericana para derrotar a los pueblos.
Hasta ahora, no parece haber un consenso sobre si esas
directivas son aplicadas solamente en países considerados “enemigos” de
los gringos, o si también son sostenidas, con las variantes del caso,
en países plenamente dominados por ellos.
En el caso de Venezuela, la agresión militar directa,
justificada desde la OEA, parece ser el objetivo, que se consumaría, si
la oposición fuera capaz de sostener una masa violenta en las calles por
un periodo de tiempo, llenando los medios con la impresión de que el
gobierno bolivariano es incapaz de sostener la gobernabilidad en ese
hermano país. Hasta ahora, la derecha venezolana, sigue actuando como
apéndice de la agresión gringa, pero todavía no luce capaz de construir
una base social real que la lleve a tener suficiente fuerza para
concretar esta condición.
Por otra parte, la reactivación de la Nica Act contra
Nicaragua, anticipa una escalada agresiva contra este país
centroamericano, sin argumentos válidos, pero bien diseminados por la
“gran prensa”, y promovidos por una supuesta oposición, que en Nicaragua
hace mucho tiempo es incapaz políticamente, y que, por lo tanto,
requiere de una intervención descarada desde el exterior. Si nos
atenemos a la historia, Honduras se perfila como el punto de partida de
esta nueva agresión, y su actual gobierno, sostenido a base de fuerza,
impunidad e imposición, ya mostro de que esta hecho, sirviendo de payaso
en la pantomima de Luis Almagro contra Venezuela.
Obviamente no podemos ignorar otros factores de la
política mundial que tienen lugar en el mundo en este momento, y que
tienen a la humanidad al borde de un evento catastrófico mayor.
El claro
despliegue gringo hacia una confrontación total, debe ponernos en
evidencia el hecho de que la paz se ausentará
incluso en aquellos países que han creído estar a salvo de los
conflictos. En consecuencia, deberíamos pensar que la Guerra No
Convencional es parte fundamental de una estrategia belicosa a gran
escala.
Por esta razón, es importante valorar las variantes de la
GNC aplicadas a países “no hostiles” a Estados Unidos, donde la misión
es evitar la llegada de partidos o movimientos de izquierda o
progresistas, que pudieran alterar significativamente el mapa
geoestratégico trazado por los halcones en Washington. De inmediato, por
razones obvias, se vienen a la mente México y Honduras; de hecho, John
Kelly, jefe máximo de la seguridad norteamericana, ha dicho esta semana
que sería “inaceptable” un gobierno de izquierdas en su vecino del sur,
en una actitud descarada de injerencia.
Por supuesto, no deberíamos creer que esto de la GNC es
algo que recién ahora será introducido en estos países. Repasando las
directivas citadas, y observando las realidades de estos dos países, nos
resultaría natural pensar que la GNC está en desarrollo en los mismos e
hace mucho tiempo, con la evidente variante de la complicidad de las
mismas clases dominantes que se han ido construyendo gobiernos
pusilánimes que se alimentan de la violencia y la inseguridad.
De hecho, la sostenibilidad de gobiernos en extremo
impopulares, corruptos y violentos, es impensable sin las operaciones
psicológicas que mantienen dispersas las sociedades de estos países que
lucen abrumadas por la convicción de su destino manifiesto a soportar
toda clase de vejámenes, humillaciones, al tiempo que sobrevive entre la
miseria y la incertidumbre de que “sucederá mañana”.
Curiosamente, los desastrosos gobiernos de Enrique Peña
Nieto y Juan Orlando Hernández se han sostenido a base de mantener la
sensación de crisis permanente, teniendo invariablemente a los medios de
comunicación como su medio principal de dominación. En este tipo de
escenarios, la gente común pasa 24 horas concentrada en rumores,
chismes, y muchas tácticas más que la orientan hacia su propio
aislamiento, hacia la desconfianza, el individualismo, y la creciente
duda sobre el liderazgo de la oposición que puede ser su alternativa.
En estas sociedades se da un fenómeno que recuerda al
enfermo grave de una enfermedad crónica, que va al médico para que lo
trate, pero en el camino se encuentra muchas “amistades” que le dicen
mil cosas para dudar del médico y le recomiendan que “mejor no se haga
nada”; que “la medicina le puede salir peor”.
Claro está, la violencia es una asunto constante y
necesario para sostener todo este andamiaje de terror. Irónicamente, ese
ámbito de terror implantado por los regímenes de esta derecha, es el
principal insumo para sus campañas electorales, que se basa en “el
combate frontal a la delincuencia”, aunque por años no hayan hecho otra
cosa que fomentarla. Y aquí resultan siempre con algo supremamente
estúpido, como decir que las masacres son el resultado del éxito de sus
políticas para combatir el crimen.
Que una sociedad acepte esas indignantes ridiculeces, no
se puede explicar con argumentos simplistas, como el de que “cada pueblo
tiene el gobierno que se merece”. Hace falta estudiar este fenómeno, y
las directivas de Guerra No Convencional del Pentágono, son una muy
buena fuente para explicar los fenómenos sociales en nuestros países.
Podemos concluir que toda nuestra Latinoamérica está en
guerra, involuntariamente, pero lo está; y que es peligrosamente
arrastrada hacia una conflagración mayor, sin darse cuenta.
Pero no estamos enfrentados a la fatalidad; nuestra mayor
debilidad radica en la falta de pensamiento organizado, permanente,
colectivo, regional, que nos permita plantearnos una defensa coherente y
sólida frente a la agresión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario