Cuando pensamos en la invención de la rueda se nos viene a la cabeza la imagen de una tosca rueda de madera (¡¡... o de piedra!!) sujetando un carro arrastrado por dos bueyes.
En realidad no fue así
La aparición de la rueda está íntimamente ligada al desarrollo de la cerámica, por ello no es de extrañar que las primeras ruedas surjan en Mesopotamia hace unos 7.000 años. Y eran, claro está, ruedas de alfarería.
Llegarían a Europa occidental unos mil años después. Ya veis que no rodaban muy deprisa.
Respecto a su uso como transporte, las primeras ruedas que sostuvieron una plataforma eran de madera maciza.
Esto debió ocasionarles no pocos quebraderos de cabeza especialmente para ajustar un eje adecuado. Si el eje quedaba holgado, la plataforma entera se tambalearía pero si quedaba demasiado ajustado al agujero de la rueda no giraría.
Por otro lado un eje demasiado grueso provocaría una fricción que ni siquiera la grasa podría impedir. Pero si lo hacían demasiado estrecho se partiría con la carga.
Posteriormente se les agregó un reborde de metal a las ruedas y más tarde, con la invención de los radios, los vehículos se harían más veloces y ligeros.
No sería hasta la antigua Roma que aparecen los primeros rodamientos y consistían en pequeños aros de bronce. Solucionaban así el problema de la fricción.
En la imagen os mostramos la tumba, tal como apareció mientras se construía una autopista, de un noble Tracio del Siglo I de nuestra Era.
Lo enterraron junto a su carro de cuatro ruedas, con dos caballos de potencia para que tiren de él por toda la eternidad.
Si queréis visitarla tendréis que trasladaros hasta el yacimiento de Karanovo, en Bulgaria.
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