Discurso pronunciado en el Festival de la Poesía de Nicaragua el 18 de febrero de 2013 en Granada, Nicaragua
Gracias por sus amables palabras.
Es un honor y un placer dirigirme a ustedes durante la celebración
del festival de la poesía de Nicaragua, para conmemorar a nuestro tesoro
nacional, el poeta Ernesto Cardenal, una personalidad que ha
contribuido e inspirado a tantos en los campos de las artes, la
literatura, la teología y la política de nuestro país.
Es un privilegio estar con ustedes en la bella ciudad de Granada.
Nací en Managua y viví mi infancia y adolescencia bajo el régimen
represivo de la nefasta dictadura somocista. Aprendí de primera mano el
significado de la opresión, la injusticia social y económica. Salí de
Nicaragua con una beca del Gobierno francés para estudiar ciencias
políticas en París.
Muchas razones, tanto personales como profesionales, me han movido a
regresar a Nicaragua en este momento. Mi regreso me llena de tristeza y
alegría al mismo tiempo.
Me llena de emoción haber sido nombrada como invitada especial en este festival.
Estoy aquí también para enterrar a mi amado hermano Carlos, quien
falleció el 24 de enero de este año. Su muerte fue una gran pérdida y me
causa profunda tristeza. Pero me imagino que él estará feliz de saber
que va a descansar en nuestra querida Nicaragua. Espero que cuando me
llegue el momento, descansaré a su lado.
Estoy aquí también como defensora de los Derechos Humanos. Algunos de
ustedes sabrán que desde hace más de treinta años he sido defensora de
los derechos humanos y de la protección del medio ambiente. En 2006
inauguré mi organización, la Bianca Jagger Human Rights Foundation, para
ser una fuerza de cambio y una voz para los miembros más vulnerables de
nuestra sociedad, alcanzar la justicia social, erradicar la pobreza,
proteger los derechos de los indígenas, hablar por las futuras
generaciones y hacer frente a la amenaza del cambio climático.
A lo largo de los años, en el transcurso de mis campañas, mi trabajo
me ha llevado a muchos lugares del mundo en América, África, Asia y
Europa. Y ahora me trae de vuelta a Nicaragua, mi tierra.
ONU Mujer nos ha invitado a mí y a mi organización BJHRF a colaborar
con sus proyectos en Nicaragua para promover la igualdad de género, la
prevención y eliminación de la violencia contra la mujer, el desarrollo
económico y la participación política de la mujer.
Esta es una causa muy importante para mí. Después del divorcio de mis
padres cuando tenía diez años de edad, mi madre se vio divorciada, sin
profesión y con tres niños pequeños que mantener. Vi como fue
discriminada por ser mujer y por su estatus de divorciada. Durante esos
años, muy difíciles, ella demostró su fuerza y su valentía. Nunca se
rindió.
En todo el mundo hay una cultura de tolerancia hacia la violencia contra las mujeres
Mi madre fue una pionera. Creyó en la emancipación de la mujer en los
años sesenta, cuando las mujeres en Nicaragua se dedicaban a las
labores del hogar y eran vistas como ciudadanas de segunda categoría. Mi
madre fue mi heroína.
Sí, es cierto que las condiciones para las mujeres en Nicaragua, en
Latinoamericana y en el mundo han mejorado desde entonces y sí, ha
habido progreso. Las mujeres han sobresalido en muchos campos. Sí, es
cierto que nuestra condición es diferente de la condición de nuestras
abuelas y nuestras madres.
La igualdad de género es muy difícil de lograr, sin embargo; pero
siguen existiendo unos niveles inadmisibles de discriminación y
violencia contra las mujeres. La cruda verdad es que las mujeres siguen
siendo un grupo de la sociedad muy vulnerable.
La violencia contra la mujer es un crimen, y sin embargo es
universal. Esto sucede en todos los países del mundo, y en todos los
niveles de la sociedad.
De acuerdo con ONU Mujer, seis de cada diez mujeres son víctimas de violencia física y/o sexual en sus vidas.
En Guatemala, dos mujeres son asesinadas cada día, de promedio.
Cientos de mujeres han sido masacradas en la mortal Ciudad Juárez, México, en las últimas décadas. De acuerdo con The New York Times,
en 2012, sesenta mujeres fueron asesinadas y abandonadas en una fosa
común en las afueras de la ciudad. Estas fosas comunes fueron
descubiertas a mediados de los años noventa, y más cuerpos siguen siendo
abandonados cada año. Nadie sabe cómo murieron estas mujeres, ni cómo
detener esta masacre.
En India, en 2010, se denunciaron 8.391 casos de muerte en el país.
Esto quiere decir una novia cada noventa minutos, de acuerdo con las
estadísticas del National Crime Records Bureau of India.
En Sudáfrica, una mujer es asesinada cada seis horas por su pareja.
Vivimos en un mundo donde la violación se ha utilizado como arma de guerra.
En 1993, fui a la antigua Yugoslavia a documentar la violación en
masa de mujeres bosnias por las fuerzas serbias como parte de su campaña
de limpieza étnica. Nada me había preparado para el sufrimiento del que
fui testigo, o las horribles historias que escuché.
Nada me había preparado para el horror que presencié y las historias que escuché en la antigua Yugoslavia
Se estima que durante la guerra de Bosnia hasta 50.000 mujeres fueron violadas sistemáticamente.
Durante el genocidio de Ruanda en 1994 se estima que entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas.
A nivel mundial, 60 millones de niñas son sexualmente asaltadas en su camino a la escuela cada año.
De 100 a 140 millones de niñas en todo el mundo, principalmente en África, han sido sometidas a la mutilación genital.
El tráfico ilícito atrapa y destruye las vidas de millones de
personas, encerrando a muchas mujeres y niñas en la esclavitud moderna y
la prostitución. Las mujeres y las niñas constituyen el 80% de las
800.000 personas que se estiman víctimas del tráfico a través de
fronteras nacionales cada año, y la mayoría, el 79%, son víctimas de la
trata con fines de explotación sexual.
Estas cifras terribles hablan por sí mismas. Indican una cultura de
tolerancia hacia la violencia contra las mujeres en todo el mundo.
Y me temo que estas terribles estadísticas puedan ser sólo la punta
del iceberg. Muchas mujeres tienen miedo de denunciar los casos de
violencia doméstica. Mucha violencia contra las mujeres no se denuncia.
En un estudio de mujeres en quince países, hecho por la Organización
Mundial de la Salud, entre el 15 y el 71% de las mujeres habían sido
físicamente o sexualmente abusadas por su cónyuge. Y una quinta parte de
las mujeres encuestadas nunca habían denunciado este abuso.
Las mujeres de los pueblos indígenas y tribales están particularmente
en riesgo. En mayo de 2012, Rashida Manjoo, la relatora especial de la
ONU, presentó un informe Sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias
a la Asamblea General. Leerlo es impactante. Por ejemplo: "En
Guatemala, la experiencia actual de los asesinatos masivos y violentos
de las mujeres indígenas viene desde la época colonial, y se incrementó
durante 36 años de conflicto armado".
Las mujeres indígenas mayas constituyeron el 88% de las víctimas de
ataques sexuales sistemáticos, un tipo de ataques perpetrados de forma
pública y deliberada, sobre todo por militares y paramilitares.
El informe concluye que, en todo el mundo, "los principales fallos de
las autoridades son el fracaso de la policía en proteger a las mujeres
aborígenes y las niñas de la violencia y en investigar rápida y
exhaustivamente cuando ellas desaparecen o son asesinadas".
La lista sigue y sigue. Es una vergüenza, una pandemia global. La
violencia contra las mujeres parece estar arraigada en nuestras
sociedades. No debería ser. Tenemos que detenerlo. Debemos poner fin a
la cultura de la impunidad en todo el mundo.
La violencia es un ciclo que se perpetúa. No solo sufrirá nuestra
generación, sino las de nuestras hijas y nuestras nietas, si no exigimos
que se ponga fin a esta epidemia.
Debemos enseñar a nuestros hijos a querer y respetar a las mujeres.
"Voy a hablarles ahora de los gritos de El Cuá / Gritos de mujeres como de parto…"
Les invito a que lean el poema, si aún no lo conocen.
Llamada a la Acción. Una revolución no violenta
Hago un llamado a los líderes mundiales para que hagan lo necesario a fin de acabar con la violencia contra las mujeres y conseguir la equidad de género. Debemos exigir, por tanto, que todos los países se adhieran a la “Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres” y consigan los Objetivos de Desarrollo del Milenio de erradicar la pobreza extrema, conseguir una educación primaria universal, mejorar la salud materna, reducir la mortalidad infantil y combatir el sida.
Debemos negarnos a aceptar que continúen los abusos y la violencia contra las mujeres y las niñas. No podemos permitirnos ser pasivos, teniendo en cuenta a todas las mujeres que sufren violencia, persecución y toda clase de injusticias. Por el bien de nuestras hijas y nietas, no podemos quedarnos sentados y no hacer nada. Al hacerlo, ponemos en riesgo su futuro. La equidad de género no es solamente posible, sino también necesaria. La discriminación y violencia contra las mujeres nos impiden convertirnos en una sociedad libre y equitativa. La violencia contra las mujeres y las niñas representa un crimen contra todos y cada uno de nosotros.
Pongamos fin a la violencia contra las mujeres. Debemos llevar a los culpables ante la justicia y terminar con la cultura de la impunidad.
Bianca Jagger es directiva de Amnistía Internacional (EE UU) y embajadora extraordinaria del Consejo de Europa.