jueves, 30 de agosto de 2018

EN LA VIDA NO PIERDE EL QUE SE CAE, PIERDE EL QUE NO SE LEVANTA


Antes de principiar esta reflexión, quiero confesar que el título de la misma, lo tomé prestado de una competencia femenina de atletismo que observé en el internet, en donde participaban unas cinco o seis atletas, que arrancaron con mucho coraje desde el inicio de la competencia y a medida que la misma avanzaba se comenzaron a definir algunas posiciones encabezadas por tres de ellas, pero para mala fortuna de la atleta que se perfilaba como la ganadora, sufre un traspiés, con la consecuencia inmediata de una caída que la aleja de la posibilidad de ganar la competencia, pues en esos escasos y valiosísimos segundos se vio rebasada por el resto de las participantes, sin embargo ella mantuvo su vista fija en la distancia que aún faltaba y con unas fuerzas que brotaron solo de la convicción del triunfo, se levantó y continuó la competencia redoblando esfuerzos con la intención de acortar, la distancia que la separaba del resto de las competidoras y en consecuencia de la meta…y así de esta manera, comenzó a rebasar a la primera, a la segunda, a la tercera y ya casi a escasos dos o tres pasos de la meta rebasa a la cuarta participante y en un último esfuerzo y casi sobre la meta y por escasísimos segundos logra coronar su sueño, al ganar la competencia, que debido a una caída estuvo a punto de perder, pero que, gracias a su tenacidad fue capaz de levantarse.

Como decía al inicio, tomando en consideración la fuerza de motivación que encierra esta historia, me animé a tomarla prestada para compartirla con todos mis amados nietos y amigos que me regalan su compañía cada mes.

Y es que no es para menos, las caídas son dolorosas, independientemente del tipo de caída que sea. Si se trata de una caída física, es obvio que va a producir dolor, por las heridas que producen los golpes, posiblemente nos vamos a sentir avergonzados si la misma se da frente a un grupo de personas, conocidas. Otras veces se asomará un llanto de rabia ante el hecho de no haber evitado ese incómodo momento, que nos produce una actitud de frustración.

En fin, de una forma u otra siempre habrá consecuencias, aunque, en muchos casos y pasado algún tiempo, nos reímos de nosotros mismos y de la simplicidad de las caídas que pudimos evitar.

Sin embargo hay otro tipo de caídas que son muy, pero muy dolorosas y que muchas veces marcan para siempre nuestra existencia. Son caídas tan difíciles porque tienen mucho que ver con nuestras emociones, con nuestras decisiones futuras, con nuestro “YO” interno. Son caídas que nos afectan grandemente, pero que también afectan en mucho a nuestros seres amados, que ven con tristeza el gran esfuerzo personal que realizamos para salir de esos pantanos donde a veces caemos y que a pesar de todo nuestro esfuerzo no logra llevarnos a un puerto de esperanza. Muchas de esas caídas pueden hundirnos en la desesperación y la impotencia tanto así que nos abandonamos y no hacemos el más mínimo esfuerzo por levantarnos para seguir presentes en la competencia de la vida..

Ante el riesgo de estas caídas que definimos como emocionales (La pereza, la tristeza, el auto abandono que nos lleva al alcoholismo y las drogas, la depresión que nos roba el deseo de vivir y de soñar, la soledad, la envidia etc.) y que están ahí dentro de nosotros, sin que las podamos detectar, debemos estar muy atentos, para buscar el apoyo y la ayuda necesaria, espiritual o profesional, que nos permita levantarnos y continuar presentes en el camino de la vida llenos de paz y de alegría. Cuando te encuentres en una encrucijada de esas, no dudes en levantar tu mirada suplicante al buen Dios que siempre nos escucha y atiende nuestras súplicas.

En el ambiente canadiense, hay muchos ejemplos de hombres y mujeres dignos, que supieron levantarse y continuar presentes en la historia y particularmente en nuestra provincia de B.C. recordamos a dos grandes ejemplos de héroes, que trascendieron, porque a pesar de sus caídas –una de la salud y la otra accidentalmente- levantaron su espíritu para seguir luchando por los que sufren limitaciones tan duras y difíciles como las de ellos, nuestra eterna gratitud a Terry Fox y Rick Hansen.

Y dentro de la comunidad hispana conocemos personas que han pasado por momentos sumamente difíciles de salud, pero que gracias a la oración de la comunidad, a la ciencia y a su intenso deseo de seguir siendo testimonio de servicio comunitario, allí continúan presentes con su entusiasmo y su alegría.

Sé que son muchos y perdón por no hacer presentes sus nombres, pero mi limitada memoria me permite mencionar solamente a algunos: Antonia López, operada del cerebro bajo riesgo de no caminar nunca más y hasta la fecha nadie la detiene, especialmente de su casa a la iglesia. Rosa Paniagua, dos veces operada del cerebro, con un derrame cerebral posterior y como consecuencia parálisis en sus piernas, pero no perdió la fe y actualmente caminando con andador (walker) está sirviendo con alegría en la comunidad. Doña Paola Molina de 78 años y con incontables intervenciones quirúrgicas y ahí está presente, alegre y activa en la comunidad. Y un personaje muy conocido y muy querido en la comunidad, que con un espíritu de lucha de mucho coraje, se levantó contra todos los pronósticos, pues se dedicó a seguir puntual las indicaciones de los médicos y apoyándose en algunos remedios caseros y las oraciones de la comunidad, allí tenemos a Don Eduardo Olivares, presente y activo en la competencia de la vida, recordándonos con su ejemplo a través de “Latino Soy” que: “No pierde el que se cae, pierde el que no se levanta”

Los abraza el abuelo.



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