Los esclavizaron, se
rebelaron y resistieron durante más de 400 años, en 5 minutos te contamos cómo
en menos de 30 años la mina de carbón los despojó de sus territorios...
Por: La Guajira Habla
No aparecen en los
libros de historia pero estos fueron los Bárbaros Hoscos. Los trajeron
esclavos, se revelaron, resistieron 400 años y hoy son despojados por la
minería de carbón a cielo abierto.
El trabajo de los mineros se desarrollaba bajo tierra, en los tres tipos de estructuras subterráneas que se han identificado: galerías, cámaras y pozos. Las galerías eran corredores excavados en el interior de los filones y podían ser a su vez de dos tipos: los cuniculi, de pequeñas dimensiones, que servían para buscar las vetas rentables de mineral, y un segundo tipo de galerías de mayores dimensiones, en ocasiones entibadas (apuntaladas), por las que se transportaba el mineral hacia el exterior para procesarlo.
La cámara era la cavidad que se excavaba para
extraer los minerales y podía alcanzar grandes dimensiones. Los pozos
desempeñaban varias funciones en las operaciones mineras, como facilitar
la ventilación, comunicar los distintos niveles de la mina o izar el
mineral de la zona de extracción al exterior.
El trabajo de los mineros en estas estructuras subterráneas se
realizaba en condiciones muy duras. En pozos y galerías la ventilación
era deficiente, y los operarios estaban expuestos a un exceso de
humedad, al polvo en suspensión y al calor constante. La mala
iluminación dañaba la vista y era difícil moverse por galerías estrechas
y angostas.
Además, había que accionar herramientas muy pesadas, como
los tornos usados para extraer mineral; se han conservado restos de
algunos de estos tornos, el mejor ejemplo de los cuales es el hallado en
Aljustrel, en Portugal. Asimismo, como las minas romanas iban más allá
del nivel freático, el de las aguas subterráneas, era necesario
garantizar el desagüe de galerías y cámaras.
Para ello se empleaban
diversos tipos de bombas –se han encontrado restos en minas de Huelva,
Córdoba, Jaén y Ciudad Real– o bien norias, de las que se conservan
setenta ejemplares de las minas del suroeste peninsular, entre ellas
Riotinto.
Un equipo muy completo
La iluminación de las minas se conseguía con el empleo de lucernas o
lamparillas de aceite, que eran portadas por el operario y dispuestas
durante las labores mineras en lucernarios, oquedades que se ubicaban
por lo general en el lado izquierdo de la galería, a trechos regulares.
Plinio el Viejo, el autor clásico que más información aporta sobre
minería hispana, aclara que el tiempo que la lamparilla de aceite
tardaba en agotarse equivalía a la jornada de trabajo de los mineros
romanos.
El mismo autor explica que las herramientas mineras de época
romana eran principalmente de hierro: «Atacan [la mina] con cuñas de
hierro y con esos mismos martillos», aunque se han documentado algunas
de madera, entre ellas un rodo conservado actualmente en el Museo de
Aljustrel, en Portugal.
Protección en el trabajo
Los mineros romanos disponían también de elementos de protección, que
se encuentran muy bien documentados en las minas hispanas. Para
proteger la cabeza de posibles golpes llevaban cascos elaborados con
esparto trenzado, como los hallados en Aljustrel y Cartagena; en esta
última localidad se ha documentado un modelo de casco del mismo material
que protegía también la espalda, posiblemente para evitar el roce de
los esportones, capachos de esparto.
En la mina Coto Fortuna se encontró
también un ejemplar de rodilleras de esparto, que se colocaban de la
misma manera que las grebas legionarias y servían para proteger las
rodillas durante las largas y arduas jornadas. El calzado minero romano
era la esparteña o alpargata, de la que se conservan ejemplares
descubiertos en las minas de Mazarrón y Aljustrel.
Los obreros iban
vestidos con una túnica de lana corta o sagum, que se sujetaba a la
cintura mediante un cinturón de cuero o cuerda. En la mina de Arditurri,
en Irún, se han descubierto seis fragmentos de tejido de lana de una de
estas túnicas.
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