Cuando arrancaba la recta electoral, allá por septiembre 2020, diversos analistas señalaban que para el correismo sería más factible ganar en primera vuelta que ganar en la segunda. Para ello, la Revolución Ciudadana (RC) debía subir desde el 20% de voto duro de Correa hasta el 40%, con una diferencia de al menos 10% con la siguiente candidatura.

Se decía que sería muy complejo para la RC enfrentar la segunda vuelta. Eso porque el clivaje electoral respondía a la polarización entre correismo y anticorreismo. No había espacio para otras fuerzas, para otras vías: o estabas en el progresismo o estabas contra él.

Consciente de esa realidad, la RC buscó reunir “su” gente que andaba dispersa. Formó entonces UNES; ellos mismos, aunque con diversos membretes, sin lograr puentes con otros sectores.

Se bastaban: “solo nos falta definir el nombre del candidato” decían; ya tenemos nuestros sondeos (Clima Social seguramente) y la cosa está prácticamente ganada. Para qué conversar con los indígenas, son corporativos, piden demasiado; a lo sumo podríamos cederles un puesto en algunas provincias. Además, como dice Rafael, nos traicionaron en octubre 2019, nos dejaron a medio camino, se volvieron de repente al páramo, sin consultarnos, solo porque lograron detener la subida de la gasolina.

Luego se definió el candidato: no fue Marcela, tampoco Pabel, menos Carlos, ni Leonardo, casi, casi logró ser Pierina, lo mismo Diego; pero finalmente fue Andrés, por joven, por economista, porque no tenía rabo de paja; un hombre Quiteño, la RC le debía eso a Quito. Para completar, el binomio tenía que ser de la costa, de Guayaquil, mujer no hacía falta, “a nadie le importa la paridad cuando vota”, pensaban.

Listo, con esa dupla, a ganar. Vamos a campaña. ¿Dónde están los hermanos Alvarado?, el Ricardo, reunámonos en México, expliquemos a Andrés lo que tiene que decir: ofrecer mil a un millón de personas, a los más pobres, como compensación por la pandemia porque ese es el tema ahora. El programa está listo, sabemos lo que requiere el país para salir de la crisis; claro, tendremos que ver de dónde conseguir los fondos para reactivar la inversión pública como motor del desarrollo.

Y la oferta resultó, tuvo gran efecto. En la primera vuelta Andrés venció a Lasso en su ciudad, en el reducto Social Cristiano. Es que en Guayaquil la gente pobre (que es tanta gracias al “modelo exitoso”) busca algo concreto en las elecciones; los PSC hacen obritas, dan camisetas, siempre dan algo; los de la RC son los de los bonos, así que han de cumplir con los mil para un millón. Lo acordado en México fue entonces un éxito, sumado al voto duro de la nostalgia correista (frente al desgobierno de Moreno) permitió a Compromiso Social entrar primero con 33%.

Pero, en primera vuelta, junto a Lasso (opositor esperado para la segunda vuelta) aparecieron dos nuevas fuerzas. Pérez de Pachakutik y Hervas de la Izquierda Democrática. Sobre todo Yaku, a quien se encargaron desde la RC de descalificar por “no ser suficientemente indígena” y por ser “neoliberal amigo de Lasso”, había logrado un 20% virtualmente empatando con Lasso. La cosa se puso color de hormiga, porque sea Pérez que Hervas no eran bien llevados con Correa. Más fácil que ellos y sus votantes prefieran al banquero que al “autoritario del ático”.

Y para completar el crítico cuadro, ¿cómo actuar frente a la denuncia de fraude planteada por Pachakutik en la primera vuelta? Sería pertinente exigir transparencia al CNE, que se realice un reconteo de votos. Pero, así podría entrar Pérez y ese rival no conviene en la segunda vuelta; si Lasso será difícil, más aún Yaku. Mejor miremos para otro lado. Así se terminó de consolidar la distancia con el movimiento indígena (que debería ser su aliado histórico y cuya confluencia hubiera permitido sepultar a la derecha en primera vuelta).

La posición de avestruz frente al posible fraude, las maniobras para dividir al movimiento indígena, la arremetida contra el voto nulo fueron errores que terminaron de fraguar una derrota en segunda vuelta hace tiempo anunciada.

Si Arauz hubiera exigido transparencia en el proceso electoral (cosa justa y pertinente) habría podido atacar a Lasso por haber “entrado por la ventana”, debilitándolo no solo por banquero sino por usurpador de un puesto en segunda vuelta. Además, podría haber generado simpatías con algunos segmentos de la población indígena.

De otro lado, haber logrado el respaldo de Jaime Vargas “dividiendo” a la CONAIE, fue contraproducente; las organizaciones indígenas reaccionaron asumiendo en las urnas como mal menor a Lasso. El voto en la sierra central y en la amazonia da cuenta de eso, sectores importantes de los pueblos indígenas votaron por Lasso como una opción contra Arauz/Correa, más que por adhesión al banquero. Es evidente, al revisar territorialmente el voto nulo, que quienes decidieron al final no votar nulo se pasaron mayoritariamente a Lasso y no a Arauz como ingenuamente pensaron desde la RC (Cotopaxi es un ejemplo evidente). El nulo fue fuerte en sierra centro en donde ganó Lasso. A buen entendedor…

Sin hacer esta lectura autocrítica (poco probable en la organización de Correa), ante la derrota electoral la acusación es que las izquierdas y el movimiento indígena, que plantearon el voto nulo ideológico, ayudaron a Lasso. Fue el rechazo a Correa lo que llevó al crecimiento del voto por Lasso y a la reducción del voto nulo (que en algunas encuestas había llegado al 25%) y que terminó cercano al 17% (igual histórico).

En Quito esto se interpreta como fortalecimiento de la derecha; pero, posiblemente, se trata más del rechazo al correismo. Para unos por socialista/estatista (esos si desde la derecha), pero para otros por opaco, conservador y caudillista (esos más bien desde las izquierdas).

Una organización política volcada solo a lo electoral, un progresismo institucionalista y clientelar que pierde primero un gobierno y luego las elecciones se encamina a su declive.

Vendrá una grave crisis, ya empezaron los reclamos internos, las disputas de perdedores, no hay puestos que repartir, no hay indultos, no hay protección para la “persecución política”. La gente crítica y decente, que aún queda entre los líderes de esa tienda, deberá salir, obligada, ya no por propia decisión y eso será bueno, eso ayudará a juntar fuerzas desde otros lugares.

Lasso vence no a la izquierda sino a un “progresismo” que ofreció mucho al país, hacia el cambio social en su primera fase pero que perdió rumbo desde 2014. La falta de autocrítica, su incapacidad de dialogar, de aceptar las diferencias, incluso internamente, llevaron a la RC a su paulatina descomposición. Mucha gente aún votó por esa fuerza y merece todo el respeto, son sus líderes (el caudillo) quienes fallaron nuevamente.

Es hora de enmendar o, mejor, de superar de una vez por todas al correismo en procura de algo nuevo, renovador.

Ese nuevo comienzo se hará desde las calles, en la tercera vuelta, en la que habrá que enfrentar al banquero neoliberal y construir desde abajo, desde los territorios y sus diversos actores, un nuevo proyecto desde las izquierdas, con el protagonismo de las organizaciones sociales. El país así lo exige.