La niñez de los hermanos
Correa Delgado fue dura y exigente. Experiencias desgarradoras marcaron su
infancia. Cuando Fabricio tenía 7 años y Rafael 4, en 1967, su padre Rafael
Correa Icaza viajó a Estados Unidos.
Su infancia, su lucha, sus anécdotas, sus ideas, su historia contada por quienes lo vieron crecer. Conoce a Rafael Correa del 2006, antes de asumir la presidencia de la República del Ecuador y su coherencia de su mensaje de ayer con el de hoy. De la familia Correa Delgado .saldría el hombre que está haciendo historia en nuestro país.
El mayor escribía cartas
a su padre: demoraban cerca de un mes en llegar a Atlanta, pero él siempre
contestaba, y le señalaba las faltas de ortografía. Ese aprendizaje lo llevó a
convertirse en campeón escolar de ortografía. El premio, una pluma, lo guardó
celosamente para regalarle a su progenitor a su regreso.
En cambio, Rafael no fue
tan apegado a la figura paterna, pues era muy chico cuando se fue y quien
asumió el rol de jefe de hogar fue su madre Norma Delgado. Una mujer piadosa,
incansable trabajadora, que acostumbraba a rezar el rosario de María Auxiliadora
antes de dormir. En 1973 se empleó en Mi Comisariato, donde colaboró por 15
años. Doña Norma fue siempre más contemplativa con ‘Rafico’.
Al pequeño Rafael
sus hermanos le decían “culebra” porque iba mudando, dejando todo desde que
entraba a la casa al regreso de la escuela: se sacaba los zapatos, las medias,
mientras caminaba hasta llegar a su dormitorio. Luego de volver de EE.UU., donde
estuvo detenido tres años, Rafael Correa Icaza vivió un año con su familia, en
Guayaquil. Después, se separó de Norma y se fue a vivir con su madre. “Con mi
papi, a pesar de sus distanciamientos, tuvimos una excelente relación”, dice
Pierina, la única hermana mujer viva de la familia Correa. “Parecía ser que yo
tenía un olfato especial para saber cuál era el momento de decirle las cosas,
él era muy de aventuras, de paseos inesperados”.
El padre de los
Correa tenía temperamento explosivo, a veces violento, pero era inteligente y
sensible. “Parecido el temperamento al de mi hermano. A mi papá le gustaba
sacarte de quicio, más que tomarte el pelo, te tenía que humillar”, cuenta Fabricio.
Dedicado al comercio, el padre de los Correa viajaba constantemente por el
país. En algunos desplazamientos lo acompañaba el mayor de sus hijos; el menor,
en cambio, pedía más atención paterna. “Mi papito no era muy estable, era de
carreras cortas. Tenía la tendencia a desafiar la ley’”.
Pese a la
separación, él no perdió contacto con sus hijos. Los llevaba a pasear por el
cementerio donde recorría las tumbas de personajes famosos, contándoles a sus
hijos la historia detrás de la lápida. También viajaban a Durán o por el estero
Salado. Así, la vida infantil de los tres hermanos Correa transcurría en medio
de las necesidades económicas y la inestabilidad generada por las separaciones
de sus padres.
En su faceta
estudiantil Fabricio, Rafael y Pierina fueron buenos alumnos. Sus padres fueron
exigentes, pese a que no lograron completar su formación. Doña Norma llegó
hasta quinto año de colegio y bailaba ballet. Los recuerdos más intensos para
los hermanos datan de la época cuando vivieron en la Tomás Martínez y Baquerizo
Moreno, una casa vetusta de construcción mixta, donde improvisaban cada rincón
para jugar. “Había las peleas clásicas entre hermanos, las discusiones, pero
siempre temporales”, recuerda Pierina.
En cambio, Fabricio
mantiene latentes las rabietas de su hermano menor. “Cuando sea grande te voy a
pegar”, le gritaba el rebelde Rafael, mientras el mayor lo agarraba de los
brazos, aplacando su furia, a veces incontenible. Al cumplir 7 años, Pierina
viajó a Estados Unidos, donde unos parientes, por la difícil situación
familiar. “Encontré una sociedad distinta a la ecuatoriana. Vine con una
mentalidad mucho más independiente habiendo aprendido a hacer un montón de
cosas… en adelante me quedé acá, estudiando, haciendo deporte, ayudando en la
casa, y compartiendo con mis hermanos, actividades normales, andando en
bicicleta, jugando a los trompos, soy experta en hacer bailar trompos”.
La segunda de la familia
siempre tuvo una mejor relación con Fabricio por razones de edad. Recuerda que
su hermano menor, Rafael, pasaba mucho tiempo fuera de casa, con los Scouts,
donde fue ganando la fama de líder. “Con Fabricio tenía más cercanía, incluso
mi primer enamorado fue su compañero en el colegio. A Rafael su familia lo
recuerda como defensor de las causas de otros chicos, veía que afectaban a
alguna persona vulnerable y él no dudaba, en absoluto, en salir en su defensa,
cuenta Pierina..
Uno de sus amigos de la
infancia recuerda que cuando eran jóvenes, un chico de la denominada “manada
Scout” que lideraba Correa, falleció al ser alcanzado por un rayo durante un
ascenso al Cotopaxi. “Rafa estaba a cargo del grupo, sé que eso le golpeó”, recuerda
David Vásquez, docente de secundaria. Luis Carló, otro compañero de los Scouts,
recuerda que nunca vio a la familia Correa completa. La imagen que recuerda es
cuando iban a misa Doña Norma, Pierina, Fabricio y Rafael. Nunca a su padre.
“Rafa no transmitía los problemas de su casa hacia afuera”.
En 1977 la tragedia
nuevamente golpeó la puerta de la familia Correa-Delgado. “Sucedió dos días
antes que yo cumpliera 15 años”, rememora Pierina. “Ese año por primera vez iba
a tener una fiesta de cumpleaños, Fue un 28 de mayo. Mi pequeña hermana Bernardita,
de 11 años, falleció ahogada, en una piscina en un condominio en Urdesa. Estaba
al cuidado de la familia de una compañera, pues su madre se encontraba en el
trabajo. “A mi madre eso la golpeó muchísimo, han pasado más de 30 años y sigue
sin superarlo.
A Rafael lo afectó
tremendamente, eran muy cercanos en edad, tenían nueve o 10 meses de
diferencia. A Fabricio como hermano mayor le tocó mostrarse un poco más
tranquilo ”. Los años siguientes, Fabricio, Pierina y Rafael siguieron con sus
estudios.
El primero en la Escuela Politécnica del Litoral, mientras Rafael se inclinó por la Economía en la Universidad Santiago de Guayaquil y Pierina siguió en el Liceo Panamericano. Años después, el padre de los Correa se volvió a casar con Azucena Calvache, que era apenas tres años mayor que Fabricio, y se fue a vivir a Quito. Luego regresó a Guayaquil y falleció en 1995. En adelante, Fabricio montó varias empresas y Rafael se dedicó a estudiar dentro y fuera del país, en Bélgica y Estados Unidos. En el 2005 los hermanos se juntaron para la campaña de Rafael. Estuvieron unidos hasta que estalló el escándalo por los contratos de Fabricio con el Gobierno. Hoy están totalmente distanciados. fuente
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